"Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir"
El pasado 13 de mayo el Papa Benedicto XVI nos acaba de recordar que "los discípulos de Cristo estamos llamados a ser el motor de la sociedad en la promoción de la paz, a través de la práctica de la justicia". Debemos ser una Iglesia, "punto de referencia, desde el que todos puedan orientarse en el camino, pero sobre todo en la vida". Es necesario que el servicio de los cristianos en la sociedad se exprese a través de los fieles laicos iluminados por la fe, capaces de actuar dentro de la sociedad, con la voluntad de servir más allá del interés privado, más allá de puntos de vista parciales y particulares. El bien común es más importante que el bien de cada uno y los cristianos estamos también llamados a contribuir al nacimiento de una nueva ética pública. Todos, y en especial los jóvenes, estamos llamados a contraponer a la desconfianza por el compromiso político y social, la dedicación y el amor por la responsabilidad, movidos por la caridad evangélica, que requiere no encerrarse en uno mismo, sino hacerse cargo de los demás. Y el Papa invitaba a los jóvenes a pensar en grandes cosas: "Estad preparados para dar un nuevo sabor a la sociedad civil, con la sal de la honradez y el altruismo desinteresado". En el fondo, necesitamos afianzar la convicción de que debemos ser una Iglesia misericordiosa, acogedora y servicial, que con su testimonio haga presente el amor de Dios por cada persona, especialmente por los que más sufren y por todos los necesitados.
Hoy debemos dar gracias por todos los responsables, trabajadores y voluntarios de Cáritas Diocesana y de las Cáritas parroquiales por su impagable constante dedicación. Gracias a quienes aportan sus donativos, su apoyo y su inventiva. Gracias a todos los que nos ayudan a ser mejores, compartiendo entre todos lo que somos y tenemos, y especialmente nos exigen que vivamos con coherencia la fe cristiana que predicamos. La Campaña institucional de Cáritas recomienda: "Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir". Apela a nuestro compromiso personal y social, como miembros de una misma comunidad global, la familia humana, en orden a realizar un auténtico proceso de conversión personal y comunitaria que nos mueva a vivir de forma más solidaria. Muestra un estilo de vida nuevo, vivencia del "mandamiento nuevo", que nos hace tender hacia el ideal de amor y la solidaridad que proclama el mismo Cristo, que se quedó entre nosotros como alimento en la Eucaristía, y que nos envía a ser levadura que haga fermentar toda la masa del mundo.