Abramos "atrios" de encuentro entre creyentes y no creyentes (1)

Hace un año, nuestra Diócesis ya tomó en serio la propuesta de Benedicto XVI de abrir espacios de encuentro y de diálogo entre creyentes y no creyentes, y se trató esta temática en la Cátedra de Pensamiento Cristiano de Urgell 2011, que precisamente acaba de publicar aquellas ponencias recopiladas en un volumen "Creyentes y no creyentes. Juntos buscamos un mundo mejor" (Pagès Ed., Lleida 2012). Deseábamos hacer caso de las palabras del Papa Benedicto XVI en su Discurso a la Curia, de diciembre 2009: "Creo que la Iglesia debería abrir también hoy una especie de "Atrio de los gentiles" donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia. Al diálogo con las religiones debe añadirse hoy, sobre todo, el diálogo con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios es desconocido y que, a pesar de esto, no quisieran estar simplemente sin Dios, sino acercarse a Él al menos como Desconocido".

Y el Papa hacía notar que era importante sobre todo el hecho de que también las personas que se declaran agnósticas y ateas nos deben interesar a nosotros como creyentes. Cuando hablamos de una nueva evangelización, estas personas tal vez se asustan. No quieren verse a sí mismas como objeto de misión, ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad. Pero la cuestión sobre Dios sigue estando presente también en ellos, aunque no puedan creer en concreto que Dios se ocupa de nosotros. Como primer paso de la evangelización debemos tratar de mantener viva esta búsqueda; debemos preocuparnos de que el hombre no descarte la cuestión sobre Dios como cuestión esencial de su existencia; preocuparnos de que acepte esta cuestión y la nostalgia que en ésta se esconde. De ahí la necesidad y las posibilidades de diálogo entre creyentes y no creyentes en el mundo actual, lo que el Papa llama "el atrio de los gentiles", entendido como un patio de encuentro (como el que había en el antiguo Templo de Jerusalén), para favorecer el intercambio entre católicos y agnósticos, y que ahora hay que ir concretando en las Diócesis y en otras instituciones. Hay que inventar "patios" de encuentro, lugares sagrados de escucha, diálogo mutuo, compartición, belleza y solidaridad, entre creyentes, ateos y agnósticos.

Aquella edición de la Cátedra y ahora el libro que recoge las ponencias, contó con la participación de Mons. Melchor Sánchez de Toca, subsecretario del Consejo Pontificio de la Cultura, el escritor y periodista Antoni Puigverd, y el Dr. Francesc Torralba, Director de la Cátedra de Pensamiento Cristiano de Urgell. Se indicaba que con todos los hombres y mujeres de buena voluntad estamos comprometidos a mejorar el mundo. Estemos más o menos "indignados" de cómo va el mundo actualmente, juntos podemos cambiarlo hacia la buena dirección de acoger y hacer presente el Reino de Dios, lo único que llena de sentido y contenido las esperanzas de los humanos, y lo único que sacia el hambre de amor eterno de toda persona.

Esta propuesta de Benedicto XVI es una decisión valiente, porque plantea en el ágora de la modernidad, cómo la fe y la razón no sólo no son contradictorias, sino que se necesitan mutuamente. Este diálogo no es fácil. Habrá que superar primero el dilema de un falso progresismo que nos obliga a elegir entre Dios y libertad, debiendo superar la tentación de edulcorar o disimular la propia identidad. Al menos, hay que empezar por derribar o rebajar los muros que nos impiden la posibilidad de hablar, y sobre todo tender puentes entre todo aquello que nos une, para buscar todos juntos la verdad en un mundo más justo, donde las personas sean respetadas en su dignidad.

"La familia: el trabajo y la fiesta", Milán 2012 (y 2)

Continuamos la reflexión de la semana pasada a partir de la VIIª Jornada Mundial de la Familia celebrada el pasado mes de junio en Milán (Italia). Fue una cita muy importante "con" las familias y «para» la familia, que exponía de nuevo a la atención del mundo, el testimonio del «Evangelio de la familia». Está comprometido el mismo futuro de la humanidad, si quiere aprender los valores que dan sentido a la vida, y que sólo se aprenden de verdad en los primeros años de la existencia y en el seno de una familia que los transmite con amor. De ahí la compaginación entre trabajo y fiesta, un objetivo prioritario de la reflexión en Milán.

Estamos en verano, y quizás todos tendremos mayores oportunidades de encuentro y convivencia con la familia. ¡Valorémoslo y aprovechémoslo apostólicamente! Nos ayuda la síntesis que fue presentada en nuestro Consejo Pastoral Diocesano de Urgell de los mensajes de Benedicto XVI en los días del Encuentro de Milán: ¿Qué insistencias ha ofrecido el Papa, que puedan ser nuevas y sugerentes, y que nos ayudarán a nosotros?

• El Matrimonio y la Familia significan una vocación no fácil de vivir actualmente. Pero si la familia se fundamenta en el Amor, se convierte en una realidad maravillosa y la única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo.
• Está el fracaso matrimonial que representa la separación. El Papa no esquivó el problema y dijo a quienes han vivido el dolor de la separación: "El Papa y la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad. Os animo a permanecer unidos a vuestras comunidades, al mismo tiempo que espero que las Diócesis pongan en marcha iniciativas adecuadas de acogida y proximidad". Insistió diciendo que no están fuera de la Iglesia. Están plenamente en la Iglesia.
• A los divorciados casados de nuevo les dijo que encuentren consuelo en una vida de fe y que con la ayuda de la comunidad, su sufrimiento no sea un tormento físico y psicológico. Este sufrimiento si lo aceptan interiormente es un don para todos. Un don que ellos pueden ofrecer.
• Recomendó que desde el inicio de las parejas, se profundice en la etapa del enamoramiento; debemos acompañar a los jóvenes durante el noviazgo y el matrimonio. También valoró la psicoterapia para las familias en dificultad.
• Hizo una crítica del sistema económico actual que prima una concepción utilitarista del trabajo, la producción y el mercado. Hay que llegar a conseguir un equilibrio armónico entre la familia, el trabajo y la fiesta.
• El hombre y la mujer creados a imagen y semejanza de Dios están llamados al descanso y a la fiesta.
• El domingo es el día del hombre y de sus valores: amistad, convivencia, solidaridad, cultura, contacto con la naturaleza, juego, deporte. Es el día de la familia en el que se vive juntos el sentido de la fiesta, del encuentro, del compartir, también de la participación en la Santa Misa. Una llamada a no perder el sentido del día del Señor, a pesar del ritmo frenético que impone nuestra sociedad. Ya que es como el oasis donde detenerse para saborear la alegría y el gozo del encuentro y calmar nuestra sed de Dios.
• Familia, trabajo y fiesta son 3 dones de Dios. Tres dimensiones de nuestra existencia que deben encontrar un equilibrio digno de la persona. Hay que armonizar trabajo, familia, profesión, paternidad, maternidad, trabajo y fiesta para construir una sociedad con rostro humano.
• Hay que privilegiar la lógica del ser a la del tener. La primera construye, mientras que la segunda acaba destruyendo.
Insistencias valientes a tener en cuenta en nuestra vida y en la acción pastoral.

"La familia: el trabajo y la fiesta", Milán 2012 (1)

Los dos Consejos Diocesanos de Pastoral y Presbiteral de Urgell, en sus últimas reuniones de junio acogieron y reflexionaron sobre las aportaciones de la VIIª Jornada Mundial de la Familia, celebrada en Milán (Italia) los días 1 al 3 de junio. Creo que conviene hablar más de aquel evento y difundir su mensaje, porque es evidente que la familia debe ocupar un lugar principal en la tarea de la nueva evangelización a la que estamos urgidos. Anunciar el Evangelio debe significar anunciar el Evangelio del amor, de la familia y de la vida.

Estos encuentros mundiales fueron instituidos por Juan Pablo II, con motivo del Año Internacional de la Familia en 1994 y se convocan cada 3 años. Hasta ahora han tenido lugar en Roma (1994 y 2000), Río de Janeiro (1997), Manila (2003), Valencia (2006), México (2009) y Milán (2012). El próximo ya se ha anunciado que será en 2015 en Filadelfia (USA). Siempre se celebra un Congreso teológico-pastoral, con ponencias y testimonios, así como un encuentro festivo y testimonial de las familias católicas, y una solemne celebración Eucarística de clausura. Organizan la Jornada el Pontificio Consejo para la Familia y la Diócesis elegida, y cada encuentro tiene un tema de trabajo. El de esta VIIª Jornada Mundial celebrada en Milán ha sido "La familia: el trabajo y la fiesta".

Detrás de todo, está el convencimiento del Papa Benedicto XVI, de que "es urgente transformar el mundo, a partir de familias unidas, felices y bien fundamentadas en la Fe que eduquen en los principales valores de la vida y afronten el futuro con confianza". La familia "como primera escuela de vida y de Fe, y como 'iglesia doméstica', está llamada a educar a las nuevas generaciones en los valores humanos y cristianos para que, orientando su vida según el modelo de Cristo, forjen en ellas una personalidad armónica". La familia es, en definitiva, el lugar originario de la transmisión de la fe, la cuna de la vida cristiana.

El encuentro «con» las familias y «para» la familia se convierte en un gozoso anuncio de lo que cree y vive la Iglesia. Hay que promover la disponibilidad para acoger y testimoniar el «Evangelio de la familia». Nos tenemos que convencer de que no habrá futuro de la humanidad sin la familia. En especial los jóvenes, para aprender los valores que dan sentido a la existencia, necesitan nacer y crecer en esta comunidad de vida y de amor que Dios mismo quiso para el hombre y para la mujer.

El Encuentro mundial de Milán ha sido una elocuente «epifanía» de la familia, dijo el Papa, que se manifestó en la variedad de sus expresiones, pero también en la unicidad de su identidad sustancial: la de una comunión de amor, fundada en el matrimonio y llamada a ser santuario de la vida, pequeña Iglesia, célula de la sociedad. Desde Milán se lanzó hacia todo el mundo un mensaje de esperanza, fundado en experiencias vividas: es posible y gozoso, hace muy feliz, aunque sea comprometedor, vivir el amor fiel, «para siempre», abierto a la vida; es posible participar como familias en la misión de la Iglesia y en la construcción de la sociedad. Debemos pedir que, con la ayuda de Dios y la protección especial de la Virgen María, la Reina de la familia, la experiencia vivida en Milán sea portadora de frutos abundantes en el camino de la Iglesia, y comporte una llamada hacia una atención creciente a la causa de la familia, que es la causa misma del hombre y de la civilización.

Un Sínodo para la transmisión de la fe cristiana hoy (y 2)

El próximo Sínodo de los Obispos que se celebrará en Roma en octubre sobre "La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana", nos recuerda que nuestro tiempo exige un nuevo ímpetu evangelizador. Hay unos nuevos "escenarios" que han de convertirse en «lugares de anuncio del Evangelio y de la experiencia eclesial» (Instrumento de trabajo n. 51). El documento de trabajo del Sínodo, recientemente dado a conocer, define estos escenarios en los siguientes ámbitos: cultura, fenómeno migratorio, economía, política, investigación científica y tecnológica, medios de comunicación y pluralidad religiosa.

La nueva evangelización se considera «como una exigencia, pero además como una operación de discernimiento y como un estímulo para la Iglesia actual» (n. 44), a fin de que las comunidades cristianas se conviertan en «lugar en el que ya ahora se realiza la experiencia de Dios, y lugar donde nos dejamos transfigurar por el don de la fe, bajo la guía del Espíritu del Resucitado» (n. 88).
La Iglesia ha sido desde sus orígenes misionera y ha anunciado a Jesucristo y su Evangelio a quienes no los conocían. Lo específico de la propuesta actual de una "nueva evangelización" hace referencia a que se dirige sobre todo a las personas bautizadas pero no suficientemente evangelizadas, más bien alejadas de la vida de la Iglesia. Es con este objetivo que se propone una renovación de la pastoral ordinaria de las Diócesis para poder nutrir la vida y la fe de muchas personas de países de antigua tradición cristiana, que sufren un proceso de secularización creciente.

La finalidad de la nueva evangelización es, pues, la transmisión de la fe que la Iglesia vive, de una manera más adecuada a los tiempos actuales. Las condiciones históricas son diferentes respecto al pasado, y los contenidos esenciales de la fe, a pesar de ser siempre fundamentalmente los mismos, «tienen necesidad de ser confirmados y profundizados» (n. 94). Hay obstáculos internos y externos a la vida de la Iglesia, pero muchos signos positivos hacen esperar un renacimiento de la fe en el nuevo contexto cultural del siglo XXI.

El sujeto de la transmisión de la fe es la Iglesia, que se manifiesta visiblemente en cada Iglesia particular, presidida por un obispo. Lugares privilegiados de evangelización son la parroquia, «comunidad de comunidades» (n. 107), y la familia, «lugar ejemplar de evangelización» (n. 110). Todos los cristianos estamos llamados a la evangelización, y muy especialmente, los consagrados y los contemplativos, así como también los miembros de grupos apostólicos y movimientos.

Para reavivar la acción pastoral, es necesario aumentar localmente las ocasiones de un primer anuncio del Evangelio a un nivel lo más amplio posible, así como también consolidar el proceso de iniciación cristiana en la vida sacramental y un camino educativo que sostenga un compromiso cristiano más firme en las condiciones sociales y culturales actuales. Una nueva evangelización significa anunciar en todo lugar, con nuevo ardor, sin miedos y sin complejos, la verdad de Jesucristo, «Evangelio de Dios, para la fe de los hombres» (n. 169). Hagamos caso de la vivencia de San Pablo: "El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!" (1 Co 9,16).