"La familia: el trabajo y la fiesta", Milán 2012 (1)

Los dos Consejos Diocesanos de Pastoral y Presbiteral de Urgell, en sus últimas reuniones de junio acogieron y reflexionaron sobre las aportaciones de la VIIª Jornada Mundial de la Familia, celebrada en Milán (Italia) los días 1 al 3 de junio. Creo que conviene hablar más de aquel evento y difundir su mensaje, porque es evidente que la familia debe ocupar un lugar principal en la tarea de la nueva evangelización a la que estamos urgidos. Anunciar el Evangelio debe significar anunciar el Evangelio del amor, de la familia y de la vida.

Estos encuentros mundiales fueron instituidos por Juan Pablo II, con motivo del Año Internacional de la Familia en 1994 y se convocan cada 3 años. Hasta ahora han tenido lugar en Roma (1994 y 2000), Río de Janeiro (1997), Manila (2003), Valencia (2006), México (2009) y Milán (2012). El próximo ya se ha anunciado que será en 2015 en Filadelfia (USA). Siempre se celebra un Congreso teológico-pastoral, con ponencias y testimonios, así como un encuentro festivo y testimonial de las familias católicas, y una solemne celebración Eucarística de clausura. Organizan la Jornada el Pontificio Consejo para la Familia y la Diócesis elegida, y cada encuentro tiene un tema de trabajo. El de esta VIIª Jornada Mundial celebrada en Milán ha sido "La familia: el trabajo y la fiesta".

Detrás de todo, está el convencimiento del Papa Benedicto XVI, de que "es urgente transformar el mundo, a partir de familias unidas, felices y bien fundamentadas en la Fe que eduquen en los principales valores de la vida y afronten el futuro con confianza". La familia "como primera escuela de vida y de Fe, y como 'iglesia doméstica', está llamada a educar a las nuevas generaciones en los valores humanos y cristianos para que, orientando su vida según el modelo de Cristo, forjen en ellas una personalidad armónica". La familia es, en definitiva, el lugar originario de la transmisión de la fe, la cuna de la vida cristiana.

El encuentro «con» las familias y «para» la familia se convierte en un gozoso anuncio de lo que cree y vive la Iglesia. Hay que promover la disponibilidad para acoger y testimoniar el «Evangelio de la familia». Nos tenemos que convencer de que no habrá futuro de la humanidad sin la familia. En especial los jóvenes, para aprender los valores que dan sentido a la existencia, necesitan nacer y crecer en esta comunidad de vida y de amor que Dios mismo quiso para el hombre y para la mujer.

El Encuentro mundial de Milán ha sido una elocuente «epifanía» de la familia, dijo el Papa, que se manifestó en la variedad de sus expresiones, pero también en la unicidad de su identidad sustancial: la de una comunión de amor, fundada en el matrimonio y llamada a ser santuario de la vida, pequeña Iglesia, célula de la sociedad. Desde Milán se lanzó hacia todo el mundo un mensaje de esperanza, fundado en experiencias vividas: es posible y gozoso, hace muy feliz, aunque sea comprometedor, vivir el amor fiel, «para siempre», abierto a la vida; es posible participar como familias en la misión de la Iglesia y en la construcción de la sociedad. Debemos pedir que, con la ayuda de Dios y la protección especial de la Virgen María, la Reina de la familia, la experiencia vivida en Milán sea portadora de frutos abundantes en el camino de la Iglesia, y comporte una llamada hacia una atención creciente a la causa de la familia, que es la causa misma del hombre y de la civilización.