Derrama en el interior de toda la comunidad eclesial
el gozo de la Resurrección y el amor sacrificado hasta la Cruz,
para que la Iglesia haga presente el Reino de Cristo
y pueda acoger en su interior todas las lenguas y todos los pueblos.
¡Ven, Espíritu Santo, Fuego divino!
Enciende el amor en los corazones de todos los discípulos de Cristo
para que se consumen con el mismo amor del Padre y del Hijo;
y para que contagiemos este fuego a todos los que anhelan encontrar
sentido a la vida, justicia, luz y compasión.
¡Ven Espíritu Santo, Agua pura!
Purifícanos de todo pecado y de toda malicia
salva al mundo de sus crisis y fracasos,
y haz que limpios de toda maldad que enmascara,
caminemos por senderos de conversión hacia la Verdad y el Amor.
¡Ven Espíritu Santo, Unción perfumada y penetrante!
Penetra como aceite de ternura y de piedad en los corazones de los fieles
para que nuestra vida se llene de paz,
seamos casa y escuela de comunión
y nos esforcemos por mantener la unidad que viene de Dios.
¡Ven Espíritu Santo, Aliento suave y restaurador!
Enséñanos el gran valor de la oración y la contemplación.
Haz brotar en los corazones el don de la alegría que se comunica.
Renueva nuestras vidas y nuestra fe,
y derrama en nosotros la gracia de la fortaleza en las pruebas.
¡Ven Espíritu Santo, Defensor nuestro!
Protégenos de todo mal y de todo pecado,
mantennos unidos a Dios y firmes en la esperanza inquebrantable,
y ayúdanos a dar un testimonio valiente de nuestra fe
con la coherencia y las obras que deben acompañarla.
¡Santa fiesta de Pentecostés!
¡Santa Pascua granada de los frutos del Espíritu Santo!