¡Santa Pascua de Resurrección! Celebrando la gloriosa Ascensión de Cristo en la alegría de la cincuentena pascual, seguimos admirando el misterio de la Iglesia enviada que, en la tierra, continúa la misión del Señor. Como los Apóstoles, también nosotros acogemos, disponibles, las luminosas palabras de Jesús: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación... Ellos se fueron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban" (Mc 16,15.20).
Tenemos que anunciar la Resurrección del Señor siendo Iglesia de los pobres. Con medios humildes y coherencia de vida, con un fiel seguimiento de Cristo pobre, humilde, obediente y servidor de los pobres. La Iglesia siempre será pobre, porque tiene que volver constantemente a la imitación de Jesús. Las riquezas la ahogan. Ella es hogar de los pobres y siempre quiere nacer entre los pobres, entendiéndolo como los que necesitan a Dios y todo lo consideran secundario, comparado con el amor de Dios. Servidora del Evangelio para los pobres y defensora de su causa. Promotora de la justicia y la solidaridad en todos los campos de la vida humana. Siempre en proceso de conversión radical al amor de Cristo.
Estamos llamados a ser la Iglesia del diálogo y el discernimiento. Diálogo entre los cristianos mismos, ecumenismo. Y diálogo con el mundo, con sus cuestiones más acuciantes. Para acoger, purificar y transcender lo que hay de bueno en la creación y la historia humana. Sin cristiandades ni guetos, sino siendo sal y semilla. Sin falsos complejos y fáciles optimismos. Los discípulos de Cristo debemos dialogar, escuchar el grito de los que sufren, y ser ante todo Iglesia misericordiosa, que cura y hace llegar a todos el consuelo del Señor.