Una Regla de vida que ha marcat l’Església

La festa de Santa Clara l'11 d'agost, la gran "germana" de Sant Francesc, ens porta sentors de vida humil i senzilla, com a ideal evangèlic de concretar el nostre seguiment de Jesús. Francesc i Clara que van estimar-se tendrament, sense passió amorosa però amb gran amistat, oració i comprensió mútua, mirant els dos en la mateixa direcció (P. Raniero Cantalamessa) com els qui estimen, com els dos ulls d'un rostre. Diferents però intensament dirigits vers el Crist, en tot "Evangelis vivents" i sense adaptacions superficials o còmodes, sinó amb radicalitat plena d'amor i tendresa. Com hem d'estimar tots els cristians les vides d'aquests dos sants medievals, sí, però que han traspassat els segles i són ben actuals. Mirem d'estimar i imitar el Crist com ells.

Aquest 2009 s'escauen els 800 anys de l'aprovació oral pel Papa Innocenci III de la Regla de vida de la família franciscana, que de fet no seria aprovada definitivament (segona Regla o "bullata") fins al 1223 pel Papa Honori III. Naixia una gran família religiosa que comprèn els tres Ordes, framenors, framenors conventuals i framenors caputxins, tant religiosos com seglars. Molts Instituts i Congregacions posteriorment s'han inspirat d'aquella petjada evangèlica fresca dels inicis. I continua Francesc influint en tota l'Església. Lloat sigui Déu!

Al nostre Bisbat d'Urgell podem agrair la presència franciscana des de molts segles al Convent de Sta. Clara i del Sant Crist de Balaguer, amb les Germanes Clarisses, o "Dames pobres de Santa Clara" com elles s'anomenen. Viuen l'oració d'intercessió i la clausura, i a Balaguer hi porten segles pregant, servint, estimant el Santuari del Sant Crist i oferint el seu esperit exemplar, senzill i acollidor, a tots els qui s'hi acosten. Aquest Monestir ha recomençat de nou ara fa dos anys i mig. També vam tenir a Balaguer la Fraternitat de Framenors, molt presents a Sant Domènec, amb una casa de formació per a tota la Província, molt important. Però ja fa uns pocs anys que han hagut de tancar aquesta presència, restant-hi a la comarca una Fraternitat seglar franciscana molt viva i difusora de l'espiritualitat franciscana en el món laïcal. I des de fa 32 anys, els Franciscans de Creu Blanca, fundats els anys seixanta del segle XX pel Gà. Isidoro Lezcano, i que regeixen la Llar de Sta. Anna al Castell del Remei, sempre atenent els malalts més pobres, entre nosaltres persones joves amb discapacitats psíquiques, físiques i sensorials.

Amb aquesta celebració del VIIIè. centenari es vol festejar la vocació de Sant Francesc, la inspiració que l'Esperit Sant va posar en el seu cor i com, amb simplicitat i humilitat, amb alegria i vencent l'egoisme, l'acollí per mostrar-la a tots els homes sense condició, en fidelitat a l'Evangeli i a l'Església. Per a la gran Família Franciscana, aquest 800 Aniversari està suposant no només una mirada agraïda al passat, sinó un impuls cap al futur per viure en l'Església l'Evangeli, segons la forma observada i proposada per Sant Francesc. I per a tots els cristians ha de significar acollir la vida humil i senzilla que ens proposa Crist a l'Evangeli i que Francesc recull amb tota radicalitat i proposa amb alegria a tothom. Tots hauríem de ser una mica -o molt- franciscans!

San Juan María Vianney, patrón de los sacerdotes

El próximo día 4 de agosto celebraremos con toda la Iglesia la fiesta de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars (cerca de Lyón, de Francia). Con motivo de acontecer exactamente en este mismo día los 150 años de su muerte, el Santo Padre Benedicto XVI ha convocado un "Año Sacerdotal" para que volvamos a admirar la bella figura sacerdotal de San Juan María Vianney y para que todos los sacerdotes aprendamos de él las virtudes propias de un pastor que, a ejemplo de Jesucristo, dio la vida por sus ovejas.

Vivió muy humildemente y siempre ejerció el ministerio en la misma Parroquia de Ars. Su vida de larga oración y penitencia, la devota celebración diaria de la Eucaristía, su amor tierno y filial a la Virgen Santísima, su disposición a ayudar a los hermanos sacerdotes vecinos, la disponibilidad permanente para acoger a quienes buscaban consejo y misericordia, especialmente en el sacramento de la Penitencia, son un modelo para todos los sacerdotes de hoy. Es cierto que las circunstancias han cambiado mucho desde entonces y hoy hacen falta también nuevos modos de vida sacerdotal y de ejercicio del ministerio, de acuerdo con lo que nos han pedido el Concilio Vaticano II y los grandes Papas de nuestro tiempo. Pero ciertamente el amor y la intensidad espiritual con que este gran santo vivió su sacerdocio siguen siendo un modelo muy válido para todos nosotros y para los jóvenes que se preparan al ministerio en los Seminarios de todo el mundo.
En este año de gracia, recordemos con gratitud a todos los sacerdotes que han sido importantes en nuestra vida, particularmente en el crecimiento de nuestra propia vocación, y encomendémoslos al Señor. Recordemos, también, con afecto, a los sacerdotes que han dejado el ministerio. Roguemos por los sacerdotes ancianos, enfermos y que sufren, para que el Señor les fortalezca en sus tribulaciones. Que sea para el pueblo de Dios un tiempo de redescubrir la gracia que significa un sacerdote servidor y pastor, pobre, casto y humilde, servidor de todos.

Acojámonos también a los grandes modelos de presbíteros más próximos, los beatos sacerdotes mártires de La Pobla de Segur y Salars del Pallars, en nuestra Diócesis, que murieron perdonando y alabando al Señor. El beato Dr. Pere Tarrés, modelo de médico, de joven comprometido y de sacerdote celoso, entregado a los pobres. Igualmente San José Oriol, humilde cura de Barcelona, muy milagrero y hombre de grandes penitencias. Y los santos sacerdotes párrocos, religiosos, acompañantes de los laicos, consiliarios, pastores... que más anónimamente han sido portadores de vida para todos nosotros y nuestros pueblos y parroquias.

Hagamos nuestro el Acto de amor de San Juan María Vianney:
"Yo os amo, oh mi Dios, y mi deseo es amaros hasta el último suspiro de mi vida. Yo os amo, oh Dios infinitamente amable, y amo más morir amándoos que vivir un solo instante sin amaros. Yo os amo, oh mi Dios, y no deseo el cielo más que para tener la alegría de amaros perfectamente. Yo os amo, oh mi Dios, y no temo el infierno más que porque ahí no existirá jamás el dulce consuelo de amaros.
Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir en todo momento que yo os amo, al menos yo quiero que mi corazón os lo repita tantas veces cuantas yo respire. Ah, concededme la gracia de sufrir amándoos, de amaros sufriendo y de expirar un día sintiendo que vos me amáis y amándoos yo también. Y mientras más me acerco a mi fin, más os pido acrecentar mi amor y perfeccionarlo".

Unas claves de espiritualidad sacerdotal

En el Año sacerdotal que acabamos de iniciar para que toda la Iglesia, y no sólo los presbíteros y obispos, profundicemos en la identidad y la misión de los sacerdotes, os traigo a reflexión unas "claves de la espiritualidad sacerdotal", recogiendo e inspirándome en lo que el jesuita misionero Josep M. Feliu, nos sugirió a los sacerdotes de Urgell, con motivo de la pasada Misa Crismal. Él remarcaba que el presbítero debe ser persona de esperanza, y hombre de coraje para la misión evangelizadora y pastoral que Jesús reclama hoy. Y si los sacerdotes querían andar ligeros, seguros y contentos, haciendo el bien en toda ocasión y lugar, mientras viven la vida nueva de bautizados y de consagrados por el sacerdocio, recomendaba:

1. Estar siempre en vela. Conviene que los sacerdotes -como por otra parte todos los cristianos- se dejen desvelar por las realidades de la vida, que nos hagan despertar y abrir los ojos. "¿Todavía no lo entendéis? ¿No recordáis los cinco panes distribuidos a las cinco mil personas? Decid, ¿cuántas cestas recogisteis?", decía Jesús a sus apóstoles para que se decidieran a la santidad de vida y a la acción evangelizadora (Mt 16, 8-10).

2. Ser capaces de maravillarnos, como la Virgen María que, aunque no lo entendía todo, lo ponderaba y se maravillaba de la acción de Dios. Como los niños, que confían y se abandonan en manos de su padre. Los sacerdotes deben ser hombres de oración y ampliar sus horizontes. Mirar más allá y saber contemplar "los signos de los tiempos" con agradecimiento.

3. Darse cuenta de que Dios es menos el Omnipotente del más allá, que no el Misterio de Amor que habita dentro de nosotros. Debemos "reformar" nuestra visión del Dios frágil, que sólo nos sirve a medias según las peticiones que le hacemos o las frustraciones que compartimos con Él, desde nuestro estrecho punto de vista, por más que estemos cargados de buena voluntad. Abrirnos al Dios siempre más grande. Ser testigos de Dios y de las realidades espirituales.

4. "Perder poder para ganar comunión" (P. Josep Vives). Forma parte del nuevo concepto del sacerdocio de hoy. No tanto condenar y denunciar, y quizás tampoco mandar y hacer declaraciones, y más proponer con convencimiento, estar cerca de las personas y trabajar en silencio por la comunión, que se hace con paciencia, porque debe respetar los sentimientos y las voluntades de los hermanos y de todos los que nos rodean.

5. Saber trabajar pastoralmente en minoría. Muchos sacerdotes que en el pasado se han movido con viento favorable y con apoyo social, ahora lo tienen más en contra. No todos responden. Parece como si las masas abdicaran de la fe. Hará falta volver a salir a sembrar, donde convenga. Y valorar las semillas que van germinando. Siempre con confianza en la tarea silenciosa del Espíritu Santo.

6. Mantener una mirada profética inconformista, como la de Jesús. "¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra?" (Lc 12, 5). Es decir, saber vivir con la tensión y en medio de un combate que no hemos buscado, tal y como lo hizo Jesús, y muy bien lo consiguió. Querer cambiar e ir adelante. Buscando la justicia del Reino y el bien de las personas. Anunciando a un Dios que siempre es Padre misericordioso y fiel.

Un nuevo diácono permanente en la Diócesis

El próximo sábado, fiesta del apóstol Santiago, será ordenado diácono permanente en la Catedral de Sta. María de La Seu d'Urgell, Mn. Josep Montoya Viñas, casado y con cuatro hijos jóvenes. Ha trabajado pastoralmente en el Pallars Sobirà, y en lo sucesivo estará al servicio de los pueblos cercanos a Sort y Rialp, en la misma comarca del Pallars Sobirà. Como Iglesia reunida por el Espíritu Santo y enriquecida por Él con toda clase de carismas, seremos la Iglesia que engendra por la fuerza del Espíritu la vida ministerial en un hijo suyo. Porque en el laico Josep se recreará la imagen viva de Cristo, Pastor y Servidor (diácono) de la Iglesia, hasta dar la vida. ¡Qué don tan grande para él, y qué don tan grande para toda la Iglesia diocesana de Urgell y la Iglesia universal, a cuyo orden diaconal será agregado!

Dejemos que el Espíritu de Cristo Resucitado repose en nosotros y dejémonos llevar por este Espíritu; entreguemos todo lo que somos, para que la Buena Nueva del Evangelio pueda resonar en el corazón de todo hombre y de toda mujer. Los diáconos colaboran a vendar las heridas de sus contemporáneos, tan deshechos por tantas luchas y egoísmos... Aquí radica la belleza de una vocación magnífica en el seno de la comunidad eclesial. Y Cristo Viviente nos da su presencia en su nuevo ministro. En lo sucesivo, Mn. Josep quedará configurado a Cristo, el Pastor, el Diácono, porque anunciará su Palabra, y presidirá las acciones de Cristo en su Iglesia.
¿Pero qué es un diácono? Es un amigo de Jesús, servidor suyo y configurado a Él; un hombre que dedica toda su vida al servicio de las comunidades cristianas, anunciando y haciendo presente la obra de Cristo, su amor y su total donación para la vida de todos. Es también un hombre que vive el amor a la comunidad en la oración, y que dedica todo lo que él es, y tiene, y puede, para servir a todos con una caridad pastoral ardiente.

¿Y qué hace un diácono? El diácono recibe la ordenación de manos del Obispo, y en comunión con él y con los presbíteros del presbiterio de la Diócesis realiza un servicio y una misión:
• Hace llegar el Evangelio de Jesucristo a la vida de las personas, descubriéndoles los signos del amor de Dios y predicando siempre con la vida y la palabra.
• Celebra los sacramentos, haciendo reales los gestos de amor y de salvación de Cristo, el único Gran Sacerdote. Y en concreto bautiza y bendice los matrimonios, colabora ayudando en la celebración de la Eucaristía, reparte la vida de Cristo hecha Pan celestial, para que transforme y llene de su amor nuestras pobres vidas.
• Anima a la comunidad cristiana. Guía y reúne en la unidad y la comunión personas y vocaciones diferentes. Despierta el servicio a su alrededor, y tiene una absoluta preferencia por los pobres, los enfermos y por las causas de los más necesitados.

¿Dónde y cómo actúa? El diácono concreta su misión pastoral en una parroquia o en un campo pastoral que el Obispo le asigna. Junto al presbítero, también anima a las comunidades, despierta la esperanza, y ayuda a todos para que anunciemos nuestra fe sin miedo, bien comprometidamente. Acompañado, en su caso, por su esposa y sus cuatro hijos, debe vivir la ejemplaridad del amor, y por esto su diaconado se arraiga en su bautismo y su matrimonio, suscitándoles un proceso nuevo de crecimiento.

Oremos ya desde ahora por Mn. Josep Montoya, para que sea un buen servidor de todos, a ejemplo de Cristo "que no ha venido a hacerse servir, sino a servir a los demás, y a dar su vida como precio de rescate por todos los hombres" (Mt 20,28).