En la Vigilia Pascual se restaura cada año el pueblo de los bautizados, que engendra a otros, que llenos de la Paz del Resucitado, son enviados a anunciar la esperanza que da la fe. Tomemos nueva conciencia de que cada uno de nosotros es un llamado sin méritos propios, que forma parte de la familia cristiana por un inmerecido don. Acojamos y dejémonos acoger por la Iglesia. Y seamos como los apóstoles en el Cenáculo, que, reunidos por Cristo mismo, perdonados y llenos del Espíritu Santo, son enviados como el Padre lo ha enviado a Él (Jn 20,21), con sus mismas fuerzas, y con su misma entrega hasta la cruz, dando la vida, lavando los pies, haciéndose pequeños, siendo verdaderos hermanos de todos, valorando los carismas que el Espíritu distribuye en el Cuerpo, y todo para alabanza y gloria de Dios.
En esta Pascua 2009 digamos con fe: "Señor, gracias por hacerme miembro de la gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia. ¡Que siempre te ame y te sirva como tú dispongas! Me entrego a ti para que me envíes donde tú quieras".