Vivamos a fondo el tiempo de Dios

¡Feliz Año Nuevo!, nos estamos deseando estos días. Hemos empezado un nuevo Año. Démonos cuenta que nuestra vida es un inmenso regalo, que no podemos "perder" el tiempo, sino debemos vivirlo, no con superficialidad y de forma materialista, sino llenándolo de sentido y de amor, de generosidad, de fraternidad y de fe. Porque es tiempo de encontrar a Dios, de vivir en Dios, y tiempo hacia la eternidad.

Os invito a ser agradecidos por la vida recibida. El tiempo nos es dado para buscar a Quien es intemporal, al Dueño del tiempo y Señor de la historia. Dios se ha encarnado en Jesús de Nazaret y continúa haciéndose el encontradizo en los momentos diversos de nuestra historia personal y en la historia del mundo. "Señor, ¿a quien iríamos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios!", le dice Pedro a Jesús (Jn 6,68-69). Digámoslo también nosotros, que creemos en Él y que lo queremos tener como fuente de nuestra vida. Esta es la mejor manera de empezar el Año. Ofrecerlo, comprometerse y reempezar de nuevo.

Vivamos para amar mucho, con obras y de verdad. Todo este año 2009 y todos los años que nos sean dados de vida en la tierra, con sus estaciones, el ritmo de los días, las semanas,... es el espacio sagrado pleno de la presencia del Dios de la creación y de la historia. El ritmo de las estaciones y de los días revela al Dios Creador, y la celebración de los diversos acontecimientos de la vida nos revelará la presencia del Dios Salvador. Es en Jesucristo que el tiempo adquiere su dimensión definitiva, porque el eterno irrumpe en lo que es temporal. Y se hace presente el Dios-con-nosotros, el Enmanuel, en el correr de los días y de los años. Y la respuesta no puede ser otra que el amor. Cristo espera que le amemos: "Todo aquello que hacíais a cada uno de estos hermanos míos más pequeños, me lo hacíais a mí" (Mt 25,40).

Debemos dejarnos ayudar por la oración que debe marcar el ritmo de los días, especialmente la Misa y la Liturgia de las horas -Laudes y Vísperas sobre todo-, o el Rosario, o los momentos de silencio vividos conscientemente en comunión con Dios. Cada día es un día para Dios. Y nuestra vida se eleva cuando alabamos al Señor y le agradecemos su presencia a lo largo de toda la jornada. Decía Sta. Teresa de Lisieux: "Para mí, la oración es un impulso del corazón, es una simple mirada dirigida al cielo, es un grito de reconocimiento y de amor, tanto en la prueba como en la alegría" (C 25r). ¡Llenemos de oración nuestra vida, y seguro que amaremos más, como Cristo amaba!

Igualmente, será en el año litúrgico, y en la pascua semanal que es el domingo, cuando iremos repasando y reviviendo los acontecimientos de la historia de la salvación que ya se ha realizado en Cristo. Los celebramos de forma sintética en un año solar que cíclicamente vuelve para ofrecernos el gozo y la incertidumbre agradecidos de una memoria perenne, la del Misterio pascual de Cristo que llena de sentido el tiempo de la Iglesia y de la humanidad. El año litúrgico, con los misterios de la fe que vamos celebrando, nos remite al pasado para mirar la historia de la salvación ya realizada, y a la vez nos hace estar atentos al futuro, cuando el Señor volverá. Pasado y futuro van dando sentido al presente, que se hace inmenso, y eterno, y lleno por el amor.

¡Os deseo a todos que tengáis un próspero y santo 2009!